03/ 03/ 2023
Por Joserra González
Hace unos días, mientras caminaba por la costa de Altea con mi pareja, experimenté varias sincronicidades hermosas que me motivaron a escribir estas líneas. Durante nuestro paseo, le hablé sobre algunas claves de los momentos en India que cambiaron mi vida, especialmente sobre mi agradecimiento hacia la meditación, una ancestral y transformadora herramienta que ha dejado una huella profunda en mi ser.
En 2013, tuve la oportunidad de ser voluntario en la maravillosa Manav Sadhna, donde dedicaba mi tiempo a la meditación y al servicio en proyectos como las Huertas Urbanas y el Fútbol con Valores. Esos dos años fueron una etapa increíble, llena de aprendizajes, vida y amor. Allí conocí a algunas de las personas más inspiradoras que he tenido el privilegio de encontrarme, quienes me motivaron, con su ejemplo, a profundizar en mi camino personal de meditación y servicio a la sociedad.
Participé en retiros, conocí el Seva Café y mi sentido de lo posible continuó expandiéndose.
Antes de mi viaje a India, ya había comenzado mi proceso de exploración interior. Había experimentado con meditaciones cortas y había acudido a un centro de psicología de aceptación y compromiso, guiado por la neurociencia moderna y los estudios que se empezaron a hacer en aquella época (2010), los cuales indicaban que la meditación tiene efectos beneficiosos para la mente y la felicidad. Recuerdo que en conversaciones con estudiantes de psicología me decían que en la carrera aún no se hablaba de neuroplasticidad, o de la capacidad de la mente de cambiarse a sí misma, y casi no se daba importancia a la interacción entre la neurociencia moderna y la experiencia milenaria de la contemplación oriental, algo que hoy en día es clave en la psicología moderna de tercera generación.
En aquellos tiempos, había experimentado momentos depresivos, en los que me invadían tristezas intensas, sensaciones internas desagradables y una pesadez que en algunos momentos me llevaba a la desesperación, incluso llegué a tener pensamientos suicidas. No me avergüenzo de decirlo, ya que sé que hay muchas personas que viven situaciones similares, especialmente jóvenes. Esta es una de las razones por las que escribo este artículo: quiero que aquell@s que estén atravesando momentos similares sepan que es posible transformar nuestros patrones internos y avanzar hacia un mayor bienestar personal: la salida está dentro de nosotr@s.
Tenemos la suerte de vivir en una época dorada para el cambio interior, una época en la que podemos integrar lo mejor de Oriente y Occidente. En mi caso, al investigar la naturaleza de la mente, descubrí varias obras y autores que me han sido de gran ayuda y que, para mí, aún hoy en día, son referentes del camino de la transformación interior.
Recuerdo el momento en que llegó a mis manos el libro «El Poder del Ahora», escrito por Eckhart Tolle, una persona normal y corriente que experimentó un proceso de ‘despertar’ que explica en ese y otros libros. De manera sincrónica, mi hermana lo encontró en una estantería y siguió su intuición de regalármelo. Al leer sus páginas, sentí una profunda conexión con la verdad, la verdad de la conexión con el momento presente, la verdad de las realidades espirituales que Eckhart experimenta y cuenta en su obra. «El Poder del Ahora» me sirvió como una base teórica durante un tiempo. Sin embargo, en un momento dado me faltó la parte práctica, pues Eckhart habla desde su proceso de «iluminación espontánea», que normalmente conlleva unas condiciones espirituales internas que no todo el mundo tiene; es decir, no todas las personas podemos acceder al estado que Eckhart experimenta de forma espontánea y sin recorrer un camino práctico. Igualmente, le estaré siempre agradecido, pues reconocer la verdad en las palabras y en la experiencia de otr@s, es una parte importante del camino hacia la propia sabiduría.
Posteriormente también llegué al trabajo de Mathieu Ricard, y escuché sus brillantes conversaciones con Eduard Punset, donde profundizaban sobre la realidad de la mente y la compasión. Esta referencia también me sirvió enormemente, pues mi mente pensante necesita entender el porqué de las cosas, y me tranquilizó mucho ver que la espiritualidad puede estar respaldada también por la ciencia. Hoy sabemos que la meditación, cuando se practica adecuadamente, puede mejorar la gestión de las emociones, reducir el estrés, desarrollar la concentración y tener efectos beneficiosos en cuestiones como el envejecimiento celular o la prevención de enfermedades.
Otra joya que encontré es el libro «Los Caminos de la Meditación» de Daniel Goleman, el autor de «La Inteligencia Emocional». Los Caminos de la Meditación fue de hecho el primer libro de Goleman. En sus años jóvenes recorrió el mundo estudiando las tradiciones contemplativas de las principales religiones (Islam, Budismo, Cristianismo, Judaísmo etc.), y desde su formación en psicología recogió y resumió los puntos en común que presentan todas estas tradiciones. Más de 10 años después aún recuerdo esos tres puntos en común. Según dice Goleman, desde la perspectiva de la psicología cualquier camino serio de meditación incluye tres aspectos transformadores fundamentales:
1.El primero: el desarrollo de la concentración de la mente; sin una mente calmada, no podemos profundizar en realidades más sutiles de nuestro mundo interior, y vivimos agitados por realidades internas de las que no somos conscientes.
2.El segundo es la capacidad de auto-observación de pensamientos, sensaciones y emociones; a medida que progresa nuestra capacidad de atención, podemos ser más y más conscientes de todos esos procesos internos, y generar otro ‘soporte’ para nuestra experiencia: nuestra capacidad de auto- observación, que nos da un espacio de libertad interna que va creciendo a medida que practicamos.
3.El tercero y no menos importante es el desarrollo de los valores constructivos para la sociedad, es decir, el desarrollo de la generosidad, la compasión, la paciencia, la tolerancia… Según Goleman, todos estos valores deben ser una consecuencia natural de cualquier práctica de cambio interior.
Después de varios meses de investigación teórica, empecé a probar diferentes prácticas, la principal la terapia de aceptación y compromiso, en la que hice ocho sesiones.
Me apasioné aún más con la naturaleza de la mente, pues empecé a experimentar la realidad de que ‘no solo somos nuestros pensamientos y nuestras emociones’, hay un espacio interno que las trasciende y que supone un punto de apoyo y a la vez de libertad sobre las mismas. En otras palabras, podemos ser observadores de nuestros procesos internos: pensamientos, sensaciones, emociones etcétera, y acompañarlos de una manera más amable, permitiendo la alquimia de la transformación interna.
En esas ocho sesiones, comencé a entrenar la mente para que fuera capaz de concentrarse y empezar a generar ese ‘silencio entre las notas’, esa capacidad de auto-observación, que me permitió iniciar mi proceso de autoconocimiento.
También estoy muy agradecido por aquellas sesiones, pues aunque no fue el final del camino, fueron una fase muy importante para mis experiencias futuras, y me dieron una base teórica y experiencial que me sirvió en las meditaciones más largas que he hecho después.
¡Durante algunos meses me sentía feliz! (2011 en India). El trabajo interno empezó a dar sus frutos, y durante algún tiempo, mi felicidad interna se reflejaba en mi bienestar y estabilidad mental.
Pero mi dicha fue efímera, pues a los pocos meses me encontré en medio de una tormenta interna aún más intensa. Todas esas emociones-sensaciones-pensamientos (que vienen en oleadas y en conjunto), parecían un tsunami interior, algo que amenazaba con derribarme; los pensamientos de desconexión y tristeza volvieron, aún con más intensidad, y me di cuenta de que las herramientas que había adquirido no eran suficientes para enfrentar aquel proceso.
En ese estado de desesperación, tuve la suerte de tener alrededor a personas amorosas que me sostuvieron, y en medio de aquella vorágine interna viví un retiro que facilitó mi transformación y me abrió las puertas de experiencias contemplativas más profundas. Por algún ‘karma’ del pasado, justo en esos días se celebraba en Ahmedabad un encuentro de voluntari@s, un auténtico flotador en medio de la tempestad. Nunca podré pagar lo que recibí aquel fin de semana, y es tanto que es difícil de explicar en unas pocas palabras. Lo que experimenté fue un encuentro con intenciones nobles que despertó lo mejor de cada uno de los presentes, y creó el espacio que necesitaba para empezar a sanar. (…) En este artículo mi amigo Nipun Mehta cuenta más sobre la magia de lo que experimentamos aquellos días de 2013.
Al final del encuentro hicimos la práctica de los tres pasos y una reverencia, bastante común en el budismo chino; y en ese ‘peregrinaje’ sentí una micro-liberación; fue como si muchas de las piedras que llevaba en la mochila desaparecieran. Aquella experiencia me hizo profundizar espiritualmente más de lo que había hecho nunca, y atravesé (al menos temporalmente), algunas de las capas de ilusión y sufrimiento. Durante días viví inmerso en un estado de no dualidad, de trascendencia del yo, sincronicidades, belleza, pequeños milagros etc.
Ese estado duró varias semanas, y después, por diversas razones, volví a un estado más ‘terrenal’, lo que durante bastante tiempo me fue difícil de aceptar. ‘¿Por qué no siento la misma paz? ¿Dónde se ha ido lo que he experimentado? ¿Cómo puedo volver a sentirlo? ¿A qué se debe que lo haya dejado de experimentar? Según he leído posteriormente, estas experiencias son parte del proceso espiritual, y pueden ser un momento peligroso si nos apegamos a ellas. Un@ puede quedarse apegado mentalmente a lo que ha experimentado y dejar de practicar, dejar de progresar, y empezar consciente o inconscientemente a dar pasos hacia atrás.
Después de casi un año de búsqueda y reflexión, después de aquellas experiencias, finalmente me sentí lo suficientemente fuerte para embarcarme en un retiro de meditación Vipassana de diez días.
Mis amigos nobles en India me habían recomendado este retiro, y su luz y forma de ser en el mundo ya me habían inspirado a considerar esta práctica. Además, encajaba perfectamente con mis estudios teóricos anteriores y con la esencia científica de mi investigación previa. Y necesitaba profundizar aún más, ya que las herramientas que había aprendido anteriormente no eran suficientes para mantener mi estabilidad interior. Sin menospreciar lo que había experimentado hasta entonces, el retiro de diez días me permitió profundizar y descubrir de verdad mi propio mundo interior.
El primer retiro fue difícil, mi mente no estaba entrenada para mantener la atención en lo sutil y se distraía con facilidad. Dolores y sensaciones desagradables aparecían, haciendo que mi mente reaccionara y multiplicara los pensamientos. Cada dos por tres mi mente se iba al pasado, al futuro, a preocupaciones, a miedos… Además, aparecían dolores, sensaciones desagradables que hacían que mi mente reaccionara, multiplicando a su vez los pensamientos. ¡Ah! ¡Esto es lo que me pasaba! ¡Todos estos procesos estaban ocurriendo en mi cuerpo-mente, y yo no era consciente de ellos!
Por supuesto, en ese primer curso, y en los posteriores, para mí fue suficiente con practicar la concentración, pues la mente no podía aquietarse fácilmente y las reacciones seguían apareciendo en sus diversas formas. En cada curso, en cada meditación larga iba disminuyendo esa reactividad de mi mente, y cada vez la experiencia de meditación ha sido más fácil, hasta el punto de empezar a ser disfrutable. Recuerdo que en los primeros cursos siempre había alguna ‘tormenta’, alguno de esos momentos difíciles de desconexión y sufrimiento. Hoy en día puede haber micro-momentos de cierta dificultad, pero a ninguno de esos momentos los calificaría de tormenta.
Después de casi diez años de práctica y bastantes procesos de diez días, me siento capacitado para compartir un poquito más sobre mis experiencias con la meditación. Y es que estoy agradecido por el camino recorrido hasta ahora, y también por el camino que me queda por recorrer.
Después de cada meditación, después de cada curso, me siento agradecido por poder haber accedido a este camino, que combinado con el yoga de la acción, con el desarrollo de la ética, y con las relaciones sanas, es para mi una de las fuentes más importantes de mi estabilidad interna y mi felicidad.
Me siento agradecido por haber pasado la tormenta, y navegar ahora en un mar tranquilo y en calma.