El valor de lo impagable

 

De Pavithra Mehta

“Hoy en día sabemos el precio de todo, pero no conocemos el valor de nada.”

Oscar Wilde

Más de 100 años después, podemos poner precio a cosas que Oscar no podía ver venir, ni siquiera en sus sueños más salvajes (¡o pesadillas!). Hoy, por ejemplo, por 10 dólares tu compañía puede comprar el derecho a emitir una tonelada de dióxido de carbono a la atmósfera. Por 75 dólares puedes contratar a un ser humano para que haga de cobaya en peligrosos ensayos clínicos con medicamentos. Y por un cuarto de millón de dólares puedes comprar el derecho a disparar a un rinoceronte en peligro de extinción en Sudáfrica. Hemos sido capaces de poner precio a la vida, a la muerte y a casi todo entre ambas. En un mundo en el que todo tiene un precio, ¿qué ocurre con aquello que tiene un valor incalculable?

Este es el puente Golden Gate. Uno de los puentes más bellos y fotografiados del mundo. Es un testamento del ingenio técnico humano; y también de nuestro fracaso moral. El puente Golden Gate es el segundo lugar en el mundo con mayor tasa de suicidios.

Este es John Kevin Hines. A los 19 años sufría una intensa depresión que lo llevó a este puente. Caminó por él con lágrimas en los ojos y rodeado de multitud de turistas. Anhelaba un momento de conexión humana y entonces una mujer con gafas de sol se acercó a él y le preguntó si le podía hacer una foto. Ella no se dio cuenta de sus lágrimas y, por lo tanto, ni siquiera se paró a preguntarle si estaba bien. John hizo la foto, dio la cámara a la mujer y después dio tres pasos rápidos y saltó. Es una de las pocas personas que ha saltado del puente y milagrosamente ha sobrevivido. Pero lo realmente impactante de esta historia es que luego declaró que si alguien, cualquiera, le hubiera regalado una sonrisa aquel día, él no habría saltado.

Vivimos en una época en la que hemos dominado el arte de «gustarnos» en facebook, pero hemos olvidado el arte de amarnos unos a otros en la vida real. La desconexión es una epidemia en crecimiento. Y no es un problema aislado de los adolescentes. Es también un problema creciente en los ambientes de trabajo. Según un estudio reciente, en el trabajo el 70% de la gente está desconectada de sus emociones. Y sí, tenemos también un precio para esa desconexión. Está calculado en 300 billones de dólares de pérdida anual de productividad. Así que este no es solo un problema social o espiritual. Es también un problema en las empresas, es un problema económico.

¿Cuál es la solución? Hacer productos con sentido vale la pena y es necesario. Pero no es suficiente. De hecho, otro estudio reciente mostró que la mayoría de la gente en el mundo no se preocuparía si gran parte de nuestras marcas desaparecieran mañana. Nuestro propósito no reside en nuestros bienes y servicios sino en nuestro sentido de comunión. No reside en los productos, sino en la dimensión de lo que no tiene precio. No puedes poner un precio a la sonrisa que John no recibió ese día, así como no puedes poner un precio a ninguno de nuestros dones más valiosos. Compasión. Empatía. Generosidad. Verdad. ¿Qué ocurre cuando nosotros como líderes y pensadores devolvemos a la circulación esos dones, esos regalos sin precio?

Este es el inicio del Activismo Compasivo: la práctica de actos radicalmente generosos que transforman el mundo. La Historia ha visto activistas compasivos en todos los rincones –Gandhi, Madre Teresa, Martin Luther King, Nelson Mandela y demás. Son personas que creyeron que cuando nos cambiamos a nosotros mismos podemos, fundamentalmente, cambiar el mundo. Pero esta habilidad no está restringida a gigantes del cambio social. Las semillas del Activismo Compasivo descansan dentro de cada un@ de nosotr@s. Pero para acceder a ellas tenemos que hacer algo que todas estas personas hicieron. Tenemos que dar la vuelta a uno de los supuestos principales de la economía, el supuesto de que las personas siempre actúan para maximizar el interés propio, el supuesto de que somos inherentemente seres egoístas. El Activismo Compasivo le da la vuelta a esa idea. ¿Qué prácticas, sistemas y diseños surgen cuando creemos que las personas QUIEREN comportarse de manera altruista?

ServiceSpace evolucionó como una respuesta a esa pregunta. Empezó en Silicon Valley en pleno boom de la era punto com, en un tiempo de acumulación desenfrenada. Entonces un grupo de jóvenes amigos empezaron a construir páginas web sin precio para las ONG. El dinero no era el centro de atención. La intención era practicar la generosidad incondicional. Distribuimos millones de dólares en servicios, pero todo fue ofrecido incondicionalmente, sin precio. Y todo lo que hicimos tenía que seguir nuestros tres principios guía. Ninguno de estos principios tenía ningún sentido para el mundo de los negocios.

Nuestro primer principio era permanecer 100% voluntarios, no tener trabajadores asalariados. Muchas personas observaron eso y dijeron que no creceríamos. Nuestro segundo principio era no buscar fondos, queríamos servir con lo que sea que tuviéramos. La gente nos dijo que no íbamos a ser sostenibles. Y el tercer principio era centrarse en pequeños actos. No planificar estratégicamente buscando grandes resultados. Nos dijeron que no tendríamos impacto. Pero la cosa es que estos tres límites nos empujaron a descubrir nuevas formas de valor. Fuimos sostenibles, crecimos y florecimos en forma de un gran ecosistema de altruismo que ahora tiene unos 500.000 miembros por todo el mundo.

A lo largo del camino elegimos crear servicios que eran difíciles de mercantilizar, como las buenas noticias. Las malas noticias son más fáciles de vender. Eso es lo que alimenta la narrativa del miedo y el sensacionalismo de los titulares. ¡Pero no es ahí donde vive lo que no tiene precio! Para contrarrestar esto empezamos un servicio de noticias diario que comparte historias inspiradoras de la vida real, después empezamos una página para vídeos inspiradores. Otro ámbito que es difícil de mercantilizar y aun así es crucial es la amabilidad. Así que creamos una página web para propagar gestos amables. Más tarde empezamos un restaurante sin precios y toda una colección de otros esfuerzos. En todas nuestras aventuras aprendimos repetidamente que la generosidad es siempre generadora, genera nuevo valor. Y el Activismo Compasivo organiza ese valor en torno a 4 cambios fundamentales:

DE CONSUMIR A CONTRIBUIR

consumption

La gente en las ciudades ve aproximadamente unos 5000 anuncios al día (la mayoría de ellos sin ser consciente). El mercado nos urge a consumir sin parar. Pero en realidad somos seres profundamente programados para contribuir. Esto no es un deseo, es neurociencia. Hacer algo por una buena causa activa la misma respuesta de placer en el cerebro que hacer algo agradable para uno mismo. Y tampoco necesitamos a la neurociencia para que nos diga esto. Lo sabemos por experiencia propia, dar sienta bien. Así que decidimos empezar una serie de experimentos de micro-contribución.

Empezamos a hacer pequeños actos de amabilidad. Como pagar el peaje al coche siguiente en una autopista o dejar pagado un café para un extraño en una cafetería. Un amigo que viajaba en primera clase decidió espontáneamente intercambiar su asiento con una mujer mayor que iba en clase turista. Ahora imaginaos estar en la posición del que recibe cualquiera de estos actos. Estos pequeños gestos contraculturales iluminan tanto al receptor como al dador. Todo el mundo gana porque la generosidad no es un juego de suma cero. Entonces creamos las Tarjetas «Sonríe». Estas pequeñas tarjetas pueden circular con un acto de amabilidad. En ellas se explica al receptor que alguien ha hecho algo por ellos anónimamente con la sencilla intención de alegrarles el día, y ahora pueden continuar la cadena pasando la tarjeta al hacer un acto amable por alguien más. La Tarjeta Sonríe se convierte en una invitación para crear ondas de bondad en todas partes. Hemos enviado millones de tarjetas a personas de más de 90 países y gestionamos una página web que alberga cientos de miles de historias de amabilidad de la vida real. ¡Imaginaos un mundo donde las personas estén constantemente interactuando de esta forma! Cada momento se convierte en un regalo. Es algo precioso porque empieza a modificar tu mente y cuando te enfrentas a cualquier situación en vez de preguntarte, ¿qué puedo obtener?, estás constantemente preguntándote, ¿qué puedo dar? Pronto te das cuenta de que tus acciones empiezan a catalizar una abundante red de ondas beneficiosas. Y entonces conectas con la alegría de tener un propósito.

 DE TRANSACCIÓN A CONFIANZA

transaction

Karmakitchen es un ejemplo fabuloso de esto. Es un restaurante que inauguramos; lo que le hace inusual es que no hay precios en el menú. Al final de la comida los comensales reciben una cuenta de 0.00 dólares con una nota que explica que su comida fue un regalo de alguien que vino antes que ellos. Si desean mantener el círculo de generosidad funcionando pueden pagar por alguien que venga después. ¡Cuando empezamos no sabíamos si esta idea loca podía funcionar! Pero seis años después Karmakitchen todavía funciona con una gran fuerza. Cosas increíbles ocurren cuando confías en que las personas son generosas. Enciende algo muy adentro. Una vez tuvimos un ingeniero informático como camarero. Al final de una comida un comensal que era escéptico acerca de la idea de pagar por los demás le dio un billete de 100 dólares. «Confías en que pague por el siguiente». «Bien, pues yo confío en que tú me vas a traer el cambio correcto», dijo. Esto no era parte del plan. Nuestro voluntario revisó una lista de opciones en su cabeza. ¿Debía dividir el dinero 50:50? ¿Debía intentar calcular el precio de la comida? De repente la respuesta vino a él. Devolvió los 100 dólares al invitado, y entonces abrió su propia cartera y añadió 20 dólares extra. En ese momento, ambos, camarero y comensal experimentaron una transformación y «entendieron» de qué va Karmakitchen. No se trata del dinero. Cuando abandonas el hábito del toma y daca entramos en el fluir natural del Activismo Compasivo. No sabes quién pago por ti o quién recibirá tu contribución, pero confías en todo el ciclo. Las cosas se mueven más allá del control del ego personal, y cualquier contribución supone un acto profundo de confianza. Y eso genera una red de resiliencia. Hoy Karmakitchen existe en 6 ciudades del mundo.

DEL AISLAMIENTO A LA COMUNIDAD

isolation

La mentalidad de yo-yo-yo es aisladora y tiene un poder limitado. ¿Pero qué ocurre cuando te mueves del yo al nosotros? Este es nuestro amigo Pancho, uno de los activistas compasivos más valientes que conozco. Vive por elección en el Este de Oakland, un barrio lleno de violencia de bandas y pobreza, donde hay más tiendas de alcohol que tiendas de comestibles.

Pero las puertas de la casa de Pancho nunca están cerradas. Hay una huerta en la parte de atrás en la que cultivan frutas y verduras. Facilitan clases de yoga en la calle y una reunión semanal para meditar. Cualquiera puede unirse. Y todas las semanas recolectan fruta del barrio y organizan un puesto que ofrece productos locales ecológicos a la comunidad, gratis.

Han creado un entorno para que las personas puedan compartir sus dones entre sí. Ahora la gente limpia la calle en grupo, se riegan las plantas unos a otros, y cuidan de los niños de los demás. Antes solían esconderse debajo de sus camas cuando oían disparos, ahora salen a la calle para ver si alguien necesita ayuda. Cuando te mueves del aislamiento a la comunidad conectas con el poder de la sinergia. La suma es siempre más potente que las partes por separado.

DE LA ESCASEZ A LA ABUNDANCIA

scarcity

La escasez es una mentalidad. Gandhi dijo una vez que en el mundo hay suficiente para las necesidades de todas las personas, pero no para la avaricia de todas las personas. Cuando te mueves de una mentalidad de la escasez a una mentalidad de «tenemos suficiente» entonces desbloqueas otros tipos de capital. Capital social, capital de confianza, capital de sinergias… descubres nuevos modelos de abundancia. Como el que creó éste hombre. Este es Dr. V., mi tío-abuelo.

En 1976 él y sus cinco hermanos y hermanas empezaron un hospital oftalmológico de 11 camas en India, llamado Aravind. En Aravind nadie que necesite cuidado es rechazado. Llevan a cabo el 60% de sus operaciones de manera gratuita. ¿Cómo funciona? Los pacientes pueden elegir si quieren pagar o no. Los ingresos de los pacientes que pagan sirven para cubrir los costes del resto. La calidad del cuidado, tanto si pagas como si no pagas, es de primera categoría. Es un brillante, elegante e imponente sistema de compasión que funciona. Hoy Aravind es el mayor proveedor de cuidados oftalmológicos del planeta. Más de 38 millones de pacientes. Más de 5 millones de operaciones realizadas. Ha redefinido lo imposible. La Escuela de Negocios de Harvard lleva años estudiándolo intentando entender cómo un lugar que rompe con todas las normas de los negocios puede ser exitoso. El tema es que Aravind no es exitoso a pesar de que viole estas normas. Sino que es exitoso por ello.

El Activismo Compasivo no es una visión utópica para un futuro distante. Es parte de nuestra incalculable herencia cultural, en este preciso momento. Los premios vienen incorporados. A medida que pasamos de consumir a contribuir descubrimos la alegría del propósito. A medida que pasamos de basarnos en la transacción a basarnos en la confianza construimos resiliencia social. Mientras pasamos del aislamiento a la comunidad descubrimos el poder de las sinergias, y a medida que sustituimos la mentalidad de la escasez por una de la abundancia, identificamos posibilidades radicalmente novedosas.

Empecé con la historia de un adolescente desesperado. Me gustaría cerrar con la historia de otro. Julio Díaz volvía del trabajo a casa cuando fue asaltado por un adolescente con un cuchillo. «Dame tu cartera» dijo el joven. Julio sacó la cartera y se la dio. Cuando el chico se daba la vuelta para correr Julio le dijo, «espera, te has olvidado algo». El chico se dio la vuelta. «Te olvidaste de coger mi chaqueta», “Hace frío, y si vas a estar por ahí robando a la gente toda la noche vas a necesitar esto» le dijo Julio. El chico se quedó completamente confundido, pero cogió la chaqueta. Entonces Julio le dijo: «Es bastante tarde, ¿porqué no vienes conmigo a cenar? Hay un restaurante que me gusta a la vuelta de la esquina». Por increíble que parezca el chico accedió. Ahí estaba Julio, cenando en un restaurante con su atracador, tratándolo tan solo con compasión. Al final de la cena, Julio le dijo a su nuevo amigo: «Mira, me encantaría invitarte a la cena, pero tienes mi cartera». Avergonzado, el chico le devolvió la cartera. Entonces Julio se acercó a él y le dijo suavemente «Necesito pedirte una cosa más… ¿Puedes darme también tu cuchillo?» Sin palabras el chico deslizó el cuchillo sobre la mesa.

Lo que hagamos por amor será siempre mucho más poderoso que lo que hagamos por dinero. Lo que podemos hacer juntos será siempre más grandioso que lo que podemos hacer solos. Y cuando cultivamos el corazón del Activismo Compasivo en nosotros mismos, en nuestras empresas, en nuestras comunidades, empezamos a desvelar nuestra verdadera prosperidad.

Empezamos la transición desde ser parte de una economía de mercado a ser parte de una Ecología de la Amabilidad.

Empieza con pequeños pasos. Os invito a cada uno de vosotros a pensar sobre cuáles serán vuestros pequeños pasos. ¿Cuál es vuestra resolución de Activista Compasivo?

Que todos demos ese paso. Que nos cambiemos a nosotros mismos, que cambiemos el mundo.

Pavithra Mehta es coautora de Visión Infinita: Cómo Aravind se Convirtió en el Mayor Ejemplo Mundial  de Negocio Basado en la Compasión. Ella es una persona altamente receptiva a la poesía de la vida diaria. El artículo anterior es una transcripción de una conferencia en Francia en 2013. Conferencia original aquí.

*Giftivism puede traducirse como activismo compasivo.

*Priceless: sin precio, de incalculable valor.

Conferencia original:

Giftivism, reclaiming the priceless. Pavithra Mehta. 2013. En línea.

http://www.dailygood.org/story/644/giftivism-reclaiming-the-priceless-pavithra-mehta/